Seis de los ocho habitantes de Fuente Andrino (Palencia) viven de la morcilla. El aroma a este embutido embarga a quien visita esta pequeña pedanía, que solo tiene una estrecha carretera para entrar y salir. Dos rótulos ilustran al viajero. Uno señala el nombre del pueblo y el otro plasma su motor económico: «Fábrica de morcillas».
Todo comenzó hace 30 años en esta localidad cuya enorme iglesia, de 1735, comparte abandono y desmoronamiento con la situación del sector primario nacional, que tiene en Castilla y León uno de los principales exponentes de su caída.
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